NANAI 2


Esta es la segunda parte, y no necesariamente la última, del relato "Nanai invisible", escrito también a cuatro manos


No me parecía mala idea tumbarme y descansar, aunque mi cuerpo y mi espíritu, víctimas del estrés colateral, no se veían en condiciones todavía de mostrarse solícitos a las eventuales exigencias de Hermi. Se había producido un status quo en el que me encontraba en inferioridad de condiciones. Pero me tumbé, cerré los ojos y decidí verlas venir.

Yo me sentía muy excitada. Ávida de más sexo, me tumbé encima de aquel hombre y recorrí su cuerpo con mis manos. Noté que sus piernas no tenían apenas vello, que su torso presentaba apenas una cierta “pelusa” que se enredaba entre mis dedos. Noté cómo su respiración se aceleraba de nuevo y cómo se estremeció cuando mi mano agarró su verga con fuerza y empezó a masajearla. Hundí mi nariz en su cuello, en la pequeña cavidad que formaba su clavícula y aspiré. Me embargó un olor dulzón, algo que no había percibido mientras se masturbaba cuando me bañaba. Me excitó aún más notar el efecto que mis manos y mi boca causaban en aquel hombre. Sin conocer su cara, ni su color de pelo u ojos, era capaz de ponerme a mil con tan solo el tacto de su cuerpo, el olor de su piel y el tamaño de su polla. Su polla. La empecé a lamer mientras la trabajaba con mis manos al mismo tiempo. Me sentí muy mojada.
           
Al principio me sentí incómodo ante la situación: el voyeur pillado. Pero en cuestión de segundos me fui relajando. Pasé de no dar crédito a lo que estaba sucediendo a una sensación placentera de relax. Sus manos me recorrían y estaban por todas las partes de mi cuerpo. A pesar de que hacía pocos minutos que había vaciado mi deseo, notaba que la excitación volvía a apoderarse de mí. La excitación aumentó cuando noté cómo me agarraba la polla. Ahora podía jugar con tranquilidad, porque se mantenía enhiesta sin previsión a corto plazo de volver a escupir su néctar. El subir y bajar de mi piel entre sus manos y su boca me invitaban a participar en ese juego.

El hecho de no ver me había permitido desarrollar otras habilidades. Mis manos eran hábiles y disfrutaba con el tacto de su polla. Pese a haber eyaculado tan solo unos minutos antes, volvía a estar tiesa. Frenéticamente, sin pausa, de forma deliciosa, subía y bajaba su piel suave. Me estaba excitando y, sin embargo… un pensamiento fugaz atravesó mi mente. Convencida de que mi “intruso” estaba en trance, alargué la mano hacia la mesilla de noche y cogí del cajón un cuchillo que había quedado relegado a ese cubículo hacía un mes. Noté su hoja fría mientras que con la otra mano seguía cogiendo la polla insaciable del mirón. Acerqué la hoja afilada a su escroto y los gemidos cesaron al instante.

-¿Qué haces?- me preguntó con voz trémula.
-Juego-  contesté con voz suave y melosa. Su indefensión me excitaba. Empecé a mojarme y seguí jugando con su escroto. La fría punta del cuchillo contrastaba con el calor de su cuerpo.

“Esto no puede estar pasando”, me dije. De repente me encuentro con un cuchillo en los huevos y me dice que está jugando.

  • Qué prefieres, sangre o pis?
  • Pis, claro, quiero conservar el pellejo y su contenido.

Hermi se puso de cuclillas a la altura de mi polla, mostrándome su coño encendido, y un chorro caliente fluyó del orificio de su uretra, encima de mi barriga. La situación, inicialmente desconcertante se convirtió en excitante. Aproximé mi mano al origen del chorro, para notar su calor. Dejé que mi polla se impregnara del líquido caliente, que su olor característico, otrora tal vez desagradable, que en aquellos momentos me parecía lo más sensual del mundo.

Una vez hubo acabado su micción aproximé mi boca a la suya y nos fundimos en un beso profundo, lento a la vez que ávido. Un juego de lenguas y gemidos apagados inacabable.

Y así hicimos el amor, hasta corrernos, húmedos todavía de su micción, y con las bocas unidas.


  • Tienes hambre? -preguntó Hermi-
  • Y sed.

FIN


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