Via muerta

Era a mediados del mes de agosto y el tren resultó estar en una vía muerta. Aquella mujer con aspecto de yonki delante de mío fumando, con una pierna levantada y el pie encima de la chapa de la calefacción, mostraba una actitud impúdica. La ventana estaba bajada y entraba una brisa cálida y sofocante, pero el hedor que llegaba desde el retrete, mezclado con olor a ‘aftersun’ que desprendía la mujer, componían una mezcla asfixiante. 

Afortunadamente la larga falda le tapaba lo que podría haber mostrado de no serlo. No me sentía cómodo, aunque un sabor morboso impregnó mi saliva, y la mujer lo percibió. Agitó la falda para darse aire, a la vez que reía burlonamente observando mi expresión al observar su entrepierna desnuda. Sus carcajadas olían a cerveza y a tabaco. En un gesto involuntario aproximé mi mano a su entrepierna, huesuda, hacia su coño que intuía oscuro y húmedo. Me llegaba su olor, mezcla de sexo y de mar. Pero de repente cerró las piernas, profiriendo un “¡uh!” que me asustó mientras las mujer estallaba en una carcajada demoníaca. Noté como mi mano se mojaba de su orín mientras seguía riendo a carcajadas, mirándome con unos ojos claros, felinos y apagados.

-         Ahora también estás tú mojado, niño. ¿Te gusta?

¿Y a ti, te gustaría saber cómo acabó? ¿Te ha parecido abyecto? ¿O tu saliva también se ha impregnado de esa morbosidad que a mí me produjo?

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