La tía Pilar (2ª parte)



De forma tácita trasladamos el escenario hasta el salón, donde llegué ya desprovisto de mis pantalones, y que únicamente con mi camiseta de franjas azules presentaba un aspecto algo cómico. No tardé en desnudar a Pilar, que una vez sin su extraña indumentaria mostraba una figura para la que los años no habían pasado en balde, pero cuidada y apetecible.
Me indicó que me sentara en una de las butacas, y se acercó de espaldas, mostrándome su trasero y una vez alcanzó la distancia oportuna, empezó a jugar con mi pene en su doblemente húmeda vagina. La excitación empezaba a hacer mella en mi resisténcia sexual   pero todavía podía aguantar esos frotes lúbricos.

- Estas aguantando como un campeón, muchacho -dijo, como si leyera mi pensamiento-. Por donde te gustaría aliviarte?... Mhhh pero antes me apetece que veas como me corro, a ver si lo aguantas.

Se giró, levantó una pierna y puso su pié en mi rodilla derecha, mostrándome su enrojecido coño, desafiante, y con el que se puso a jugar con parsimonia empezó. Aproveché la ocasión para tantear mi pertinaz erección y disfrutar con la visión mientras sacudía lentamente mi pene deseoso. A modo de leal competencia, Pilar llevó los dedos a su clítoris, acompañando las caricias de  jadeos suaves y apenas perceptibles por el oído. Era su aliento empapado de deseo el que me animaba a seguir con mi lenta masturbación. Y así estuvimos un rato, unos minutos.  na duración imposible de medir en tiempo, sino en respiraciones y gemidos ahogados. Algunas gotas de sus flujos caían en el suelo o resbalaban por sus piernas. Gotas que atrapaba entre mis dedos y utilizaba para lubricar el roce de mi mano con el pene.

Su respiración cambió de cadencia avisando de la proximidad del orgasmo, siendo palpables las contracciones de su vagina. Para acompañar tan deseado momento me levante y la abracé por la espalda, humedeciendo su cuello con mi lengua, acariciando con firmeza su espalda, pechos, culo, vientre, sin interrumpir el proceso de llegada de tan preciado placer. Mi pene estaba en contacto con su culo, con lentos y circulares movimientos de mis caderas, temiendo que en cualquier momento mi polla explotase de placer.
Su orgasmo llegó entre gemidos y palabras entrecortadas e incomprensibles de un idioma que solo entiende de deseo y humedad. Un orgasmo que se me antojó eterno.

Cuerpos calientes, húmedos del sudor y con olor a sexo.

Con un movimiento casi instintivo me tumbé en el suelo donde ella, con una precisión casi milimétrica me cabalgó durante un tiempo también imposible de medir. Con la visión de sus pecho saltando y unos pezones grandes, rosados y encogidos por la excitación. Hasta que mi polla liberó su contenida carga en un orgasmo con trazas de dolor. Con unos gemidos que asemejaban sufrimiento pero que eran el fruto de un placer jamas sentido.

Mantuve mi pene dentro de la cueva de Pilar, como si saliendo se perdiera todo aquello. Pero una vez fuera acarició lo que quedaba de erección, con sus mandos empapadas de cariño. Y nos quedamos abrazados hasta perder la conciencia.

Soñé con aquel cuerpo que atrás había dejado la juventud, pero capaz de gozar y proporcionar goce con una pericia que solo proporciona la sabiduría de los años y el cariño. Soñé con aquellos pezones grandes, ahora de un color más claro, que contrastaban con el bronceado de su piel. Con aquel coño anhelante, jugoso y apetecible.

Parecía que habían transcurrido días cuando empecé a recuperar la conciencia. Escuchaba como pronunciaban mi nombre, muy a lo lejos, que siin duda era la voz de Oliver. Cuando abrí los ojos distinguí una figura que me resultó familiar. No me atreví a abrirlos del todo, pero era Pilar inclinada hacia mí.
- Oliver!!! Creo que tu amigo está recuperando la consciencia!!

El corazón me dio unos 4 o 5 vuelcos. No podía dar crédito a lo que estaba escuchando y abrí los ojos de inmediato. El susto desapareció de inmediato cuando la mujer que vi ante mí no era Pilar, sino una persona desconocida a la que asimilé como la madre de Oliver, mi amigo de toda la vida.

- Menuda marmota colega! Te has tomado algún tipo de droga de diseño? algún somnífero? -comentó con su sonrisa de sarcasmo-.

No lograba articular palabra. Miré a mi alrededor y pude comprobar que estaba en la misma estancia donde minutos... horas o tal vez días antes había estado gozando de lo que no tenía ninguna duda había sido la mejor experiencia sexual de mi vida.

- Así, tía, donde dices que te encontraste esta prenda? -dijo Oliver al tiempo que aparecía saliendo del baño, secándose el pelo, la mujer que me había poseído, que lucía un vestido ibicenco hasta los pies, que llevaba desnudos-.

- Le debe haber dado un golpe de calor, porque me lo encontré a punto de caer redondo no muy lejos de casa. Logré traerlo hasta aquí y después de refrescarlo quedó como muerto en el sofá. De todos modos comprobé que no estuviera muerto -indicó con una sonrisa benévola-. No está la cosa para aventuras.

- Tio!! Parece que te hayan quedado efectos secundarios de la insolación. Me reconoces, por lo menos?

- Sí joder, claro!! -dije incómodo y sin saber dónde mirar.

No entendía nada, aunque todo tenía su lógica. En la vida había oído hablar de la tía de Oliver, y a su madre pocas veces y de refilón ya que siempre andaba fuera de casa por sus “negocios”, y era su padre la cabeza visible de la familia. En época de colegio la había visto más, pero desde que acabamos nuestras respectivas carreras nos fuimos distanciando, salvo por ocasiones como esta en que organizábamos nuestros encuentros.

Encontré un inquietante parecido entre la tía y la madre de Oliver, salvo ciertas facciones que las diferenciaban. Oliver me debió leer la cara de estupefacción:

-          Sí tronko, son gemelas, no le des más vueltas.

Esta noticia no llegó a tranquilizarme especialmente, pero poco a poco fui recuperando la consciencia.
-         Lo que vamos a hacer es dejar que te acabes de recuperar y luego ya coges el coche de vuelta. Nosotros en veinte minutos ya nos vamos también.

-          Si cielo –dijo Pilar- comes algo antes y te acabas de recuperar.

Oliver y yo nos abrazamos y di un beso a la mejilla a su madre, todavía sin haberme recuperado del aturdimiento que me producía la situación presente y la que se avecinaba, es decir, quedarme de nuevo a solas con Pilar.

-          A ver si no dejamos pasar más de un año hasta el próximo encuentro. Ya te despido de Jorge y Toño.
-          Claro… claro –contesté intentando esbozar una sonrisa-

Despedimos a la madre y al hijo en la puerta, aprovechando para ver que su color era el mismo que había visto antes de… Y que el pavimentado de la calle tenía el mismo diseño forma peculiar.
 
-          Así qué te apetece, Raúl? –dijo Pilar con amabilidad?-.

Algo no encajaba. La voz era prácticamente la misma, pero el matiz… la entonación… Y me acerqué hasta la cocina donde trajinaba con cacharros diversos. De reojo miré delante de la nevera, y todavía quedaban restos de la mancha de flujo menstrual.

-          Mi hermana Pili nunca ha sido especialmente cuidadosa.

En ese momento se plantó frente a mí, y lo entendí todo, o casi todo. El vestido ibicenco tenía la transparencia habitual, que se hacía más patente gracias al sol de media tarde que se colaba por la pequeña ventana.

Cómo no olvidar los pezones grandes y claros de Pilar! En cambio, la tía de Oliver los tenía igualmente grandes, pero oscuros.

Desprendiéndose del vestido que cayó grácilmente sobre el suelo me dijo, esbozando una sonrisa burlona:
-         Dime cielo, qué te apetece comer?


FIN

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