Me indicó que me sentara en una de las butacas, y
se acercó de espaldas, mostrándome su trasero y una vez alcanzó la distancia
oportuna, empezó a jugar con mi pene en su doblemente húmeda vagina. La
excitación empezaba a hacer mella en mi resisténcia sexual pero todavía podía aguantar esos frotes
lúbricos.
- Estas aguantando como un campeón, muchacho
-dijo, como si leyera mi pensamiento-. Por donde te gustaría aliviarte?... Mhhh
pero antes me apetece que veas como me corro, a ver si lo aguantas.
Se giró, levantó una pierna y puso su pié en mi
rodilla derecha, mostrándome su enrojecido coño, desafiante, y con el que se
puso a jugar con parsimonia empezó. Aproveché la ocasión para tantear mi
pertinaz erección y disfrutar con la visión mientras sacudía lentamente mi pene
deseoso. A modo de leal competencia, Pilar llevó los dedos a su clítoris,
acompañando las caricias de jadeos
suaves y apenas perceptibles por el oído. Era su aliento empapado de deseo el
que me animaba a seguir con mi lenta masturbación. Y así estuvimos un rato,
unos minutos. na duración imposible de
medir en tiempo, sino en respiraciones y gemidos ahogados. Algunas gotas de sus
flujos caían en el suelo o resbalaban por sus piernas. Gotas que atrapaba entre
mis dedos y utilizaba para lubricar el roce de mi mano con el pene.
Su respiración cambió de cadencia avisando de la
proximidad del orgasmo, siendo palpables las contracciones de su vagina. Para
acompañar tan deseado momento me levante y la abracé por la espalda,
humedeciendo su cuello con mi lengua, acariciando con firmeza su espalda,
pechos, culo, vientre, sin interrumpir el proceso de llegada de tan preciado
placer. Mi pene estaba en contacto con su culo, con lentos y circulares
movimientos de mis caderas, temiendo que en cualquier momento mi polla
explotase de placer.
Su orgasmo llegó entre gemidos y palabras
entrecortadas e incomprensibles de un idioma que solo entiende de deseo y
humedad. Un orgasmo que se me antojó eterno.
Cuerpos calientes, húmedos del sudor y con olor a
sexo.
Con un movimiento casi instintivo me tumbé en el
suelo donde ella, con una precisión casi milimétrica me cabalgó durante un
tiempo también imposible de medir. Con la visión de sus pecho saltando y unos
pezones grandes, rosados y encogidos por la excitación. Hasta que mi polla
liberó su contenida carga en un orgasmo con trazas de dolor. Con unos gemidos
que asemejaban sufrimiento pero que eran el fruto de un placer jamas sentido.
Mantuve mi pene dentro de la cueva de Pilar, como
si saliendo se perdiera todo aquello. Pero una vez fuera acarició lo que
quedaba de erección, con sus mandos empapadas de cariño. Y nos quedamos
abrazados hasta perder la conciencia.
Soñé con aquel cuerpo que atrás había dejado la juventud,
pero capaz de gozar y proporcionar goce con una pericia que solo proporciona la
sabiduría de los años y el cariño. Soñé con aquellos pezones grandes, ahora de
un color más claro, que contrastaban con el bronceado de su piel. Con aquel
coño anhelante, jugoso y apetecible.
Parecía que habían transcurrido días cuando empecé
a recuperar la conciencia. Escuchaba como pronunciaban mi nombre, muy a lo
lejos, que siin duda era la voz de Oliver. Cuando abrí los ojos distinguí una
figura que me resultó familiar. No me atreví a abrirlos del todo, pero era
Pilar inclinada hacia mí.
- Oliver!!! Creo que tu amigo está recuperando la
consciencia!!
El corazón me dio unos 4 o 5 vuelcos. No podía dar
crédito a lo que estaba escuchando y abrí los ojos de inmediato. El susto
desapareció de inmediato cuando la mujer que vi ante mí no era Pilar, sino una
persona desconocida a la que asimilé como la madre de Oliver, mi amigo de toda
la vida.
- Menuda marmota colega! Te has tomado algún tipo
de droga de diseño? algún somnífero? -comentó con su sonrisa de sarcasmo-.
No lograba articular palabra. Miré a mi alrededor
y pude comprobar que estaba en la misma estancia donde minutos... horas o tal
vez días antes había estado gozando de lo que no tenía ninguna duda había sido
la mejor experiencia sexual de mi vida.

- Le debe haber dado un golpe de calor, porque me
lo encontré a punto de caer redondo no muy lejos de casa. Logré traerlo hasta
aquí y después de refrescarlo quedó como muerto en el sofá. De todos modos
comprobé que no estuviera muerto -indicó con una sonrisa benévola-. No está la
cosa para aventuras.
- Tio!! Parece que te hayan quedado efectos
secundarios de la insolación. Me reconoces, por lo menos?
- Sí joder, claro!! -dije incómodo y sin saber dónde
mirar.
No entendía nada, aunque todo tenía su lógica. En
la vida había oído hablar de la tía de Oliver, y a su madre pocas veces y de
refilón ya que siempre andaba fuera de casa por sus “negocios”, y era su padre
la cabeza visible de la familia. En época de colegio la había visto más, pero
desde que acabamos nuestras respectivas carreras nos fuimos distanciando, salvo
por ocasiones como esta en que organizábamos nuestros encuentros.
Encontré un inquietante parecido entre la tía y la
madre de Oliver, salvo ciertas facciones que las diferenciaban. Oliver me debió
leer la cara de estupefacción:
-
Sí tronko,
son gemelas, no le des más vueltas.
Esta noticia no llegó a tranquilizarme
especialmente, pero poco a poco fui recuperando la consciencia.
- Lo que vamos
a hacer es dejar que te acabes de recuperar y luego ya coges el coche de
vuelta. Nosotros en veinte minutos ya nos vamos también.
-
Si cielo
–dijo Pilar- comes algo antes y te acabas de recuperar.
Oliver y yo nos abrazamos y di un beso a la
mejilla a su madre, todavía sin haberme recuperado del aturdimiento que me
producía la situación presente y la que se avecinaba, es decir, quedarme de
nuevo a solas con Pilar.
-
A ver si no
dejamos pasar más de un año hasta el próximo encuentro. Ya te despido de Jorge
y Toño.
-
Claro… claro
–contesté intentando esbozar una sonrisa-
Despedimos a la madre y al hijo en la puerta, aprovechando
para ver que su color era el mismo que había visto antes de… Y que el
pavimentado de la calle tenía el mismo diseño forma peculiar.
-
Así qué te
apetece, Raúl? –dijo Pilar con amabilidad?-.
Algo no encajaba. La voz era prácticamente la
misma, pero el matiz… la entonación… Y me acerqué hasta la cocina donde
trajinaba con cacharros diversos. De reojo miré delante de la nevera, y todavía
quedaban restos de la mancha de flujo menstrual.
-
Mi hermana Pili
nunca ha sido especialmente cuidadosa.
En ese momento se plantó frente a mí, y lo entendí
todo, o casi todo. El vestido ibicenco tenía la transparencia habitual, que se
hacía más patente gracias al sol de media tarde que se colaba por la pequeña
ventana.
Cómo no olvidar los pezones grandes y claros de
Pilar! En cambio, la tía de Oliver los tenía igualmente grandes, pero oscuros.
Desprendiéndose del vestido que cayó grácilmente
sobre el suelo me dijo, esbozando una sonrisa burlona:
-
Dime cielo,
qué te apetece comer?
FIN
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